sábado, diciembre 11, 2004




Ya sé;
no me digás, tenés razón;
la vida es una herida absurda
y es todo, todo tan fugaz
que es una curda, nada más,
mi confesión...
Contame tu condena,

decime tu fracaso
¿No ves la pena que me ha herido?
Y hablame simplemente
de aquel amor ausente
tras un retazo de olvido.
Ya sé que me hace daño,
ya sé que me lastimo
llorando mi sermón de vino;
pero es el viejo amor
que tiembla, bandoneón,
y busca en el licor
que aturda la curda
que al final termine la función
corriéndole un telón al corazón...

Cátulo Castillo

1 comentario:

Anónimo dijo...

ene stos dias estoy pa acompañarte en esa melancolia cronica martinix...ayayay.. que se vaya ya todito todito lo feo y salga un sol enorme por fis